Un hombre que ayuda en los quehaceres del
hogar, para las mujeres él es un Superman; pero, para los otros hombres él es
un súper-mandilón.
Cuando la esposa trabaja es bueno que los
hombres la apoyen en las tareas del hogar, es corresponsabilidad de ambos, o
también, cuando es la mujer la única que trabaja es responsabilidad de los
hombres atender en todo lo relacionado con el hogar.
Pero, se corre el riesgo que una buena
costumbre se vuelva una obligación y no una responsabilidad, es decir, cuando
el hombre acostumbra a la mujer a abrirle la puerta del carro, por ejemplo de
novios, y luego éste ya no lo hace de casados, entonces vienen los reproches.
También, cuando desde niños los padres les
enseñan a los hijos a levantar su plato de la mesa para llevarlos al fregadero,
ya de casados los hombres lo siguen haciendo, levantando sus platos de la mesa
y llevándolos al lavadero; entonces, poco a poco las mujeres le van acercando a
su lugar los sartenes, ollas y hasta sus platos para que los levanten de la
mesa.
No digo que esté mal ayudarle a las esposas, no
claro que no. Puesto que ellas son las
que hacen la comida, lavan los trastes, la ropa y todos los demás quehaceres, entonces
con algo los hombres debemos de ayudarlas, pero que por lo menos nos lo pidan.
Sino, hay que contratar a alguien que lo haga, al fin que por allí se dice que:
“las sirvientas y los niños, son la alegría del hogar”.
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