Una idea no deja de ser un
pensamiento; pero,
un pensamiento puedes
hacerlo realidad.
Muchas veces hemos tenido
buenas ideas, pero por desconfianza y dudas, no la hemos llevado a la práctica;
sobre todo por miedo a fracasar, a perder una inversión y arriesgar dinero, que
quizá no logremos recuperar.
Lo primero que uno piensa son
ideas negativas, que tal si me va a ir mal, que tal si no “pega” el negocio, en
cuanto tiempo voy a recuperar mi inversión, etc., son algunas de las dudas que
nos surgen inmediatamente para no arriesgarnos y no confiar en nosotros mismos.
Tal vez, si tenemos a
alguien que nos empuje a emprender dicha empresa, dándonos ánimos, logre
motivarnos a dar el paso definitivo para arriesgarnos; y, además dice el refrán “el
que no arriesga, no gana”.
Muchas ideas se quedan en
un pensamiento y no se materializan porque no la expresamos o no tenemos el
respaldo de alguien, que nos dé la confianza que necesitamos, para invertir nuestro
tiempo y dinero.
También, porque no
queremos salir de nuestro estatus de confort, no hacemos nada por arriesgarnos;
pero, la necesidad muchas veces nos obliga a ser emprendedores.
Debemos de sentirnos
satisfechos por los logros y ¿por qué no?, por los fracasos o tropiezos que
tengamos en llevar a cabo nuestras ideas.
Y qué tal si le “pegas” al
negocio, qué tal si tienes éxito en lo que emprendiste, serías feliz; pero,
serías muy infeliz y muchas veces te atormentaría la idea toda tu vida, de por
qué no te arriesgaste. Qué tal si lo hubiera hecho, qué tal si lo hubiera
dicho, por eso dicen que él hubiera no existe.
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